Can't go home alone again, need someone to numb the pain.

La noche anterior se le había hecho imposible el dormir, al igual que los días posteriores a ese. Ya había sido una semana desde que se veía encerrada en la habitación de un hombre al cual no podía ni verle la cara sin sentir las ganas de querer ir a abrazarlo. Si, quería abrazar a su posible secuestrador. La había salvado, ella reconocía que lo había hecho aunque se negaba el dejar que esas palabras salieran de sus labios en su presencia. Era la única persona con la que tenía contacto, ya que no dejaba que ningún otro ser se le acercara. La rubia extrañaba a sus padres, a su hermana, a sus amigos, quería volver a casa pero tampoco sabía cómo conseguir que eso fuese factible. Dejo escapar un suspiro de sus labios sabiendo que no podría hacerse más la que estaba durmiendo cuando no lo estaba haciendo, no podía dormir.

— Sabes mi nombre. — Era conocida, tanto ella como su familia, pero aún así le había sorprendido que lo supiera, no parecía ser la clase de persona que estuviese pendiente de las familias adineradas del día de hoy. — No tengo hambre, gracias. — Volvió a cerrar los ojos abrazando aquella pequeña chaqueta que ni siquiera era suya, pero tenía un olor que le hacía calmar. Abrió un ojo notando que el rubio se mantenía aún a su lado logrando que un sonrojo se posara en sus mejillas. — ¿Me dirás tu nombre? — Preguntó una vez más de igual manera que el día anterior a ese. Comenzaba a aburrirse de tanto misterio, si no la iba a dejar ir, mínimo podía decirle quién era para dejar de referirse a él como si se tratase de un extraño, después de todo luego de una semana de tener que verse los rostros, ya era hora que dejase de pensar en él como uno.

Camina hacia la cocina, pero aún así está pendiente de lo que pudiese salir por la boca de la rubia. Simplemente quería que ella aceptase que no iba a irse de allí, al menos no hasta que él sepa qué hacer con ella o hasta que ella encuentre alguna manera de agradecerle que él la haya salvado o algun forma de pagarle tal acto. —Pero si te mueres, no es mi problema. No acostumbro poner veneno en el desayuno— aquellas palabras salen de su boca sin preocupación alguna. Con total desinterés comienza a preparar algunas tostadas con mantequilla luego de haber hecho café y haberlo colocado en dos tazas. —Vas a comer, no me importa si lo haces por las buenas o por las malas— le hace saber que él no bromea con tan solo el tono de su voz. No iba a dejar que una rubia con dinero se muera en su apartamento únicamente porque él no la dejaba salir de este. Chad tenía códigos, y para él el traer así a mujeres a su casa era de lo más normal, pero ninguna había sido tan difícil como lo era esta.

—No te servirá de nada saber mi nombre— lleva la tostada hacia sus labios y luego le da una mordida, sin apartar su mirada de la chica. Alza sus cejas, y con sus ojos mira fugazmente hacia el lugar que estaba frente a él, indicándose que se siente. —Quizá si aceptes tomar el café pueda decirte mi nombre, nada más que eso.